lunes, 9 de mayo de 2011

Jamás he visto una mañana tan hermosa y cruel, dijo. Su silueta desnuda se recortaba frágil contra el amanecer sucio al otro lado de la ventana. Un sol como de apocalipsis dibujaba mariposas en su piel blanca. Fumaba un cigarrillo tras otro.
Él aún seguía tumbado en la cama, las sábanas revueltas con olor a sueño y a batalla, con manchas de semen y de sangre y de sudor y de todos los fluidos corporales imaginables.
Pon un disco de Daniel Johnston,dijo. Quiero escuchar su voz enloquecida e infantil.
Él se levantó, el pene colgando flácido, dibujos de flores y de calaveras tatuados en su cuerpo. Rebuscó en la pila de discos: Brian Wilson, Kurt Cobain, joder, esto parece la banda sonora del manicomio de Mondragón. Su voz le sonó como si no le perteneciera. Ella le miró a penas, sus ojos escondidos en la maraña roja de su pelo que le caía desordenado en el rostro triste y anhelante.
¿Cómo te sentirías sin todo esto?
¿Quieres decir sin ti?
El mundo era extraño, podían estallar guerras y revoluciones y motines, y nada importaría. Pero la quimera de su cuerpo blanco y desnudo, eso sí que importaba, al menos durante un rato, durante el momento que duraban los besos y la saliva y el coito, un momento fugaz, una milésima de segundo en el latido del universo, y sin embargo allí estaba la urdimbre, el mundo, al otro lado de la ventana, bajo ese sol de amanecer en una ciudad remota, en algún punto geográfico del vasto planeta de los hombres. Daniel Johnston cantaba ahora: I love that girl so much, I can´t get enough of her love, crazy love.... y le pareció que no había nada más que decir.

1 comentario:

  1. haces que la imagen de la ventana y el cuerpo blanco permanezca luminosa y eterna durante el texto. Todo lo demás se mueve frenéticamente pero solo importa esa imagen

    ResponderEliminar